Ocurrió en un local ubicado en Gorriti 3800. Tras violentar una reja y una puerta delincuentes vaciaron el negocio.
Apenas amaneció el jueves, Miriam llegó a la barbería de su hijo Alejandro, como de costumbre, para ayudarlo a preparar el local antes de la apertura. Pero esta vez, lo que encontró al pie de la reja de entrada la dejó helada: los barrotes estaban forzados y la puerta violentada. «Nos encontramos que nos faltaba todo, absolutamente todo», cuenta Miriam, con todo el dolor reflejado en su rostro.
Esa madrugada, alguien –o quizás varias personas– irrumpieron en el lugar, destrozando la reja de entrada y saqueando el local. «Es mucho lo que se llevaron», dice Miriam, mientras enumera mentalmente el inventario de cosas que ya no están: «Las máquinas, el televisor, hasta el equipo de mate y las bebidas que teníamos para los clientes». Lo que en algún momento fue el espacio de trabajo de Alejandro se convirtió en un escenario de despojo. Según Miriam, la cantidad de cosas que faltan hace suponer que fueron más de una persona los que entraron, y que probablemente usaron un vehículo para cargar todo lo que pudieron.
Alejandro abrió su barbería cuando apenas tenía 16 años. Con cada cliente, con cada corte, fue llenando su pequeño local de herramientas, cada una con su historia: las máquinas para cortar, las tijeras, las navajas, los espejos, hasta un televisor donde los clientes mataban el tiempo viendo algún partido o programa de entretenimiento.
El desconsuelo es evidente, pero Miriam insiste en rescatar lo positivo, o al menos lo que ella considera un alivio dentro de tanto dolor: «Gracias a Dios no estábamos ahí. No es poco que hayan entrado sin que nos tocara vivir un momento violento, que nadie nos apuntara o amenazara», reflexiona con un respiro de alivio. Al mismo tiempo, no deja de conmoverse por lo rápido que pueden llegar a destruir lo que llevó tanto tiempo construir: «Momentáneamente, nos arruinaron, pero vamos a salir adelante», dice, convencida.
A pesar de todo, Alejandro y su familia no planean rendirse. Mientras observan los destrozos, piensan en cómo recomenzar, en dónde encontrar la fuerza para recuperar lo que les quitaron y volver a abrir el local. «La gente sabe el esfuerzo que le ponemos a cada cosa», dice Miriam con convicción. Para ellos, la barbería es más que un negocio: es el sueño que Alejandro construyó con trabajo y dedicación», cerró.