
Durante los meses fríos, ajustar la frecuencia del riego ayuda a mantener la tierra equilibrada, evita el exceso de humedad y favorece el crecimiento saludable de las especies más sensibles a las bajas temperaturas.
Con la llegada del invierno, los días más cortos, las temperaturas bajas y la humedad del ambiente transforman por completo las necesidades de las plantas, tanto en interiores como en exteriores. Un error muy frecuente es mantener la misma rutina de riego. Sin embargo, entender por qué es necesario reducir el riego en esta temporada puede ser clave para conservar la salud de todo tipo de plantas.
En invierno, el suelo retiene mayor humedad debido a la menor evaporación provocada por el frío y la falta de sol. Si a esto se suma que el crecimiento de las plantas se ralentiza o incluso se detiene, el exceso de agua se convierte en un riesgo. Raíces más expuestas y hojas que pierden su vitalidad son las consecuencias más comunes de un riego excesivo.
El desafío, entonces, no es eliminar por completo el riego, sino adaptarlo a las nuevas condiciones climáticas, respetando el ciclo natural de las plantas para garantizar que atraviesen el invierno fuertes y listas para brotar con más vigor en primavera.
Cuándo y cómo regar
Durante los meses invernales, el mejor consejo para no excederse es observar con mayor atención el estado de la tierra. En lugar de fijar una frecuencia rígida, se recomienda comprobar con los dedos o con una varilla de madera si la capa superficial del sustrato está seca antes de volver a regar.
Otro factor determinante es el tipo de planta. Las suculentas, por ejemplo, pueden pasar semanas sin una gota de agua, mientras que algunas de interior, como los helechos, siguen necesitando cierta humedad, aunque mucho menos que en épocas cálidas.
Además, es importante prestar atención a la ubicación de las plantas. Las que están cerca de una ventana soleada o de una fuente de calor artificial suelen requerir algo más de agua que las que se encuentran en rincones más fríos de la casa. Sin embargo, incluso en esos casos, el volumen y la frecuencia deben ser menores.
Estrategias para ajustar el riego
Para ayudar a que el jardín o las plantas de interior pasen el invierno sin problemas de exceso de agua, se pueden aplicar algunas estrategias simples:
Revisar el drenaje: asegurarse de que las macetas tengan agujeros en la base para que el agua sobrante pueda salir, evitando que se acumule en el fondo.
Elegir el horario adecuado: regar preferentemente durante las horas del mediodía, cuando la temperatura ambiente es más alta y el agua no permanece fría sobre las raíces durante demasiado tiempo.
Usar menos cantidad de agua: en lugar de regar con la misma intensidad, hacerlo con menos volumen, pero de manera uniforme.
Evitar mojar hojas y tallos: el exceso de humedad sobre las partes verdes favorece la aparición de hongos, sobre todo en ambientes fríos.
Aprovechar el agua de lluvia: si es posible, recoger agua de lluvia para regar, ya que su temperatura suele ser más equilibrada y contiene menos cloro.
Implementar estos cambios no solo protege a las plantas del invierno, sino que también ayuda a conservar agua, un recurso cada vez más valioso.
Más salud para las raíces
Comprender por qué el invierno requiere menos agua tiene que ver con respetar el ritmo natural de las plantas. En esta estación, el crecimiento se detiene o se vuelve muy lento, y la transpiración por las hojas disminuye. Si se mantiene el mismo riego que en verano, las raíces permanecen en suelos saturados, donde la falta de oxígeno favorece la proliferación de hongos y bacterias.
Esto puede traducirse en hojas amarillas, tallos blandos o, en el peor de los casos, la muerte de la planta por pudrición radicular. Reducir el riego es, en realidad, una manera de permitir que las raíces respiren, manteniéndolas firmes y listas para reiniciar su crecimiento cuando vuelva el calor.
A la vez, el invierno es una oportunidad para observar más de cerca el jardín o las plantas del hogar, conocer sus tiempos reales y aprender a ajustar la rutina de cuidado según lo que cada especie necesita. Entender que menos riego no significa menos atención, sino todo lo contrario: implica un cuidado más consciente, equilibrado y acorde a las condiciones naturales.
Así, cuando llegue la primavera, las plantas estarán sanas, con raíces fuertes y listas para volver a florecer con toda su energía.
