
Una fecha dedicada a visibilizar tradiciones milenarias, impulsar prácticas responsables, reconocer a quienes trabajan en su cultivo y destacar su influencia en múltiples regiones del planeta.
Cada 21 de mayo se celebra el Día Internacional del Té, una fecha dedicada a reconocer la relevancia social, cultural y económica de una de las bebidas más consumidas del planeta. Esta jornada no solo busca destacar el papel que el té desempeña en la vida cotidiana, sino también poner en valor el trabajo de quienes lo producen y promover prácticas sostenibles en su cultivo y comercialización.
Con una historia milenaria, el té ha viajado a lo largo y ancho del mundo, transformándose en un símbolo de hospitalidad, bienestar y encuentro. Hoy, esta bebida representa mucho más que una infusión: es parte de la identidad de distintas regiones y motor de desarrollo para comunidades enteras.
Un recorrido histórico
El té tiene sus orígenes en Asia, donde fue consumido por primera vez hace más de dos mil años. Desde sus inicios como bebida medicinal hasta su integración en rituales espirituales y ceremonias sociales, ha evolucionado en formas, sabores y significados.
Su expansión por Europa y América durante los siglos XVII y XVIII marcó un hito en el comercio internacional, siendo también protagonista de eventos históricos que cambiaron el rumbo de naciones.

Actualmente, el té se cultiva en más de 35 países, y su producción representa un sustento vital para millones de personas, especialmente en zonas rurales.
Este cultivo requiere un conocimiento profundo del clima, el suelo y las técnicas de cosecha, transmitidas de generación en generación. Su recolección, mayormente manual, involucra una gran dedicación, lo que convierte a esta bebida en el resultado de un trabajo artesanal que muchas veces pasa desapercibido.
Cultura y tradición
El té ha sabido adaptarse a los distintos contextos culturales, adoptando formas únicas según la región. En algunos países, beber té es sinónimo de ceremonia y respeto, mientras que en otros se ha integrado como parte de la rutina diaria, sin perder su simbolismo. Desde encuentros informales hasta eventos familiares o religiosos, el té es vehículo de conversación, descanso y conexión.

En muchos hogares del mundo, preparar té implica seguir ciertos rituales: calentar el agua a una temperatura justa, seleccionar cuidadosamente las hojas o saquitos, dejar reposar el tiempo necesario y servir con atención. Este acto, aunque simple, encierra una pausa en el ritmo cotidiano, una oportunidad de reconexión con uno mismo y con los demás.
Además, su diversidad es inmensa: blanco, verde, negro, oolong, fermentado, con flores, frutas o especias. Cada variedad aporta matices distintos de sabor, color y propiedades, lo que amplía su atractivo y refuerza su popularidad global.
Impacto social y sostenibilidad
La conmemoración del Día Internacional del Té también busca generar conciencia sobre los desafíos que enfrenta esta industria. Muchos pequeños productores dependen directamente del comercio de té para sobrevivir, y las condiciones climáticas extremas, la inestabilidad de los precios y la falta de acceso a mercados representan amenazas reales para su sustento.
Promover prácticas agrícolas sostenibles, mejorar las condiciones laborales y asegurar un comercio justo son algunos de los objetivos que se asocian a esta fecha. En este contexto, el té no solo se valora como producto final, sino como parte de una cadena que involucra a agricultores, trabajadoras rurales, comerciantes y consumidores.
Con cada taza de té, se traza una historia de esfuerzo, tradición y cultura. Celebrar esta fecha es una forma de reconocer esa cadena humana, honrar su legado y fomentar un consumo más consciente. El Día Internacional del Té no es solo una invitación a disfrutar de esta infusión, sino a reflexionar sobre el impacto que tienen nuestras elecciones cotidianas en el mundo que habitamos.
