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Golpeadas por la pandemia, muchas agencias de turismo se reinventaron

Después de haber invertido y apostado en un negocio, hoy deben volver a arriesgarse en un nuevo emprendimiento para seguir adelante. Los rubros a los que se volcaron van desde venta de ropa, limpishop, dietética y verdulería, entre otros.

La pandemia provocó situaciones de crisis impensadas. Muchos comercios buscaron la forma de adaptarse, haciendo ventas online y cumpliendo los estrictos protocolos cuando hubo una “nueva normalidad”. Pero hay muchos rubros que no pudieron volver a sus actividades y llevan un año cerrados, algo inviable para cualquier negocio o pyme.

Uno de los sectores más afectados y que aún no ha podido comenzar a trabajar es el de las agencias de turismo. Este sector, el 3 de marzo del 2020 había realizado la “Primera Marcha Federal Nacional del Turismo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Por aquel entonces, reclamaban la implementación del Impuesto PAIS – tributo de emergencia con el que el Estado grava la compra de divisas extranjeras-, pero lejos estaban de imaginarse que pocos días después se entraría en una cuarentena que paralizó a todo el país y que aún hoy tiene a muchas actividades en suspenso, como así también fronteras cerradas, restricciones, falta de vuelos y líneas aéreas que cesaron sus operatorias dentro del país y en operaciones internacionales.

Situación actual del sector

Florencia Maresca tiene una agencia de turismo familiar desde hace 40 años. Hoy trata de sobrellevar la situación como puede, sin vistas en el horizonte de una solución definitiva. En una entrevista para El Litoral cuenta cómo fueron sobreviviendo, gastando todos sus ahorros, pidiendo préstamos y la ayuda que recibieron por parte del Gobierno. En este último punto explica que hubo dos tipos de ayuda los ATP y el APTUR, que es un aporte no remunerativo que se le dio a los unipersonales – los que no tienen empleados -de 50 mil pesos en dos veces. “Esto es un monto ínfimo en el costo de mantener una pyme”, dice. Además, a los que tienen empleados se les otorgó el ATP, hasta hace un par de meses atrás. “En mi caso eran 17 mil pesos por persona, por empleada, al resto lo tenés que cubrir vos como empleador. Lógicamente que eso supera tres y cuatro veces el importe que te da como ayuda el Estado, pero la realidad es que es muy difícil ver cómo vamos a seguir”.

Aunque brindaron algo de oxígeno a la desesperante situación, está claro que las acciones del gobierno fueron insuficientes si se tiene en cuenta que desde el mes de marzo del 2020 hasta la fecha hubo cero de facturación. “Cuando estos últimos meses pudimos ver un poquito de luz al final del camino y empezar a vender algo de internacional para el segundo semestre, anulan todos los vuelos y se vuelve a cero”, se lamentó.

Antes de que se tomara la decisión de cerrar todo por cuestiones sanitarias, las empresas de turismo ya tenían viajes programados y reservas hechas. El parate implicó que tuvieran que reprogramar una y otra vez los viajes, incluso hasta ahora “simplemente se trabaja para poder trasladar al cliente su viaje hacia adelante y que no tenga que pagar un peso más. Viaje que quizás reservo a mediados del 2019, hay que empezar a ubicarnos en los tiempos, cuando el dólar estaba a 40 y pico y hoy tenemos un dólar de 150; es difícil”, dice la entrevistada.

Puerta a puerta

Ante tal incertidumbre, muchas agencias de turismo se han reconvertido en distintos rubros, para poder solventar su actividad diaria. Algunos optaron por poner un limpishop, una dietética o una verdulería, y hasta por vender ropa en ferias americanas.

Franca Mareca trabaja junto a su hermana en las agencias de turismo familiar y hace ya unos meses vio la necesidad de buscar algo más para hacer. En su caso comenzó a vender ropa deportiva y mallas: “Lo mío es puerta a puerta, no puse un negocio. Imagínate que no podemos sostener uno, menos dos”, manifestó.

Intenta buscar la manera de salir adelante, pero sin dejar de cumplir con sus clientes: “No puedo dejar de trabajar acá porque tengo obligaciones que cumplir, las reprogramaciones están permanentemente, día a día agotando nuestro tiempo de trabajo y en el poco tiempo que me resta vendo algo de lo que puedo comprar, tampoco es que puedo adquirir mucho, simplemente es algo que me da para poder vivir”, cuenta Franca. “Traigo 15 o 20 prendas, vendo y vuelvo a comprar, porque tampoco es que tengamos resto como para hacer un nuevo emprendimiento, es algo sencillo, es algo del día a día; con esto trato de tener dos mangos en el bolsillo para ir al súper, donde todo aumenta, cada vez que vas te alcanza para menos”, relata.

Feria americana

Por su parte, Cecilia Osswald, otra empresaria del rubro, decidió empezar una feria americana. Esta idea fue tomando forma a partir de las necesidades propias y de los demás. En un primer momento “cuando empezó la pandemia estuvimos abocados a resolver temas de nuestros pasajeros, a traer los que estaban varados, y en mayo ya me di cuenta que esto no arrancaba y que iba a ser largo”, explicó.

Para paliar los meses de actividad nula comenzó a vender blanquería: sábanas, acolchados, toalla y pijamas para chicos. El encierro obligatorio fue un beneficio: “La gente estaba en su casa y veía que no tenía acolchados, sábanas, etc., se movió muy bien y todo eso fue generalmente con mis contactos, gente que me conocía y yo le iba pasando por catálogo”, contó Cecilia.

Cuando llegaron los meses de septiembre y octubre, a Osswald se le ocurrió comenzar con la feria americana para chicos: “Todos nos habíamos dado cuenta de que había pasado el invierno, que no tenían ropa, que todo les quedaba chico; entonces llamé a mis mejores amigas y otros contactos también para decirles que me traigan la ropa que quisieran vender”.

Así fue como en el local donde funcionaba la agencia se comenzó a exhibir ropa: “Fue un fin de semana, la extendí otro más y dije ‘por qué no dejarla permanente si total tengo lugar’. Así de a poquito me fueron conociendo, gente me fue trayendo más ropa. Llegó diciembre y para Navidad hice una feria de juguetes donde se vendió muy bien y eso también me dio un repunte”, cuenta.

Ya en el mes de febrero se comenzó a hablar de la vuelta a clases y para Cecilia implicó otra veta en su nuevo negocio, la feria escolar. Durante el 2020 los padres habían comprado uniformes y zapatos para un comienzo de clases un poco duro, pero la ropa, un año después, a los chicos ya no les quedaba y fue una puerta “para que me conozcan el doble con la feria americana”, comenta. Entonces – añade- lo que hice fue recibir todos los uniformes escolares de la gente que dijo que no lo habían usado el año anterior y empezó el boca a boca, el whatsapp, los colegios, las madres… y desde febrero hasta hoy fue un boom”, cuenta con mucha alegría.

Pero no todo fue color rosa, le llevó tiempo, trabajo y esfuerzo: esta emprendedora comparte con El Litoral que tuvo un montón de momentos en los que se levantaba a la mañana y “tenía ganas de llorar, porque no tenía un mango, porque veía que esto no tenía futuro y la feria se movía, pero poco. Estoy hablando desde hace ya casi siete meses”. Hoy en día “ya lo tengo pensando como mi medio de vida, porque el turismo, lamentablemente, por largo tiempo no va a dar señales de vida”.

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